En mayo de 1992 miles de bosnios convergen en la pequeña población fronteriza de Srebrenica, donde esperan encontrar refugio ante el imparable empuje de las fuerzas nacionalistas serbias, que llevan a cabo una limpieza étnica de musulmanes en los pueblos de la Bosnia oriental. Sin embargo, a pesar de que Naciones Unidas ha declarado zona de seguridad la población de Srebrenica, lo cierto es que sus habitantes viven un asedio atroz. El estallido constante de las bombas, la hambruna y la continua convivencia con la muerte, el dolor y la desolación hacen de la vida de sus gentes un infierno. Finalmente, en julio de 1995, tras una larga agonía y ante la absoluta pasividad de los cascos azules allí destinados, la población es radicalmente aniquilada en una masacre genocida que acaba con la vida de cerca de ocho mil personas. Emir Suljagic, con tan solo diecisiete años, fue uno de los pocos que escaparon a aquella terrible matanza.
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