"La vuelta al mundo de un forro polar rojo" muestra el trasfondo y las complejas relaciones que hay detrás de la globalización, ilustrando de una manera impresionante la injusticia que domina en el comercio mundial… Sin duda, la próxima vez que vayamos de compras seremos un poco más críticos.
Club de Lectura
Lecturas recomendadas para Tercero; Cuarto de ESO y Primero Bachillerato.
La Aventura de Leer
domingo, 14 de junio de 2020
jueves, 31 de marzo de 2016
El mundo de ayer, Memorias de un europeo
"El mundo de ayer obedece a ese deber de dar fe y a la necesidad íntima de un hombre que vio cómo, mientras Europa se destruía a sí misma, todo lo que daba sentido a su vida, todo lo que de bueno había tenido su existencia particular, saltaba por los aires. Por sus páginas aparecen de cerca Rilke, Theodor Herzl, Gorki, Richard Strauss, ese otro exiliado lúcido y visionario que fue Sigmund Freud entre otros. Y aunque a veces la mucha complacencia de Zweig a la hora de recordar sus logros personales, su idealización de lo que se perdió y su creencia un poco mitómana en los grandes hitos del arte vuelva en ocasiones puntuales su lectura algo empalagosa, el valor de su testimonio alcanza aún mayor magnitud cuando pensamos que Zweig se suicidó junto a su mujer en Brasil nada más acabar el manuscrito. Dice Margaret MacMillan que muy pocas cosas en la historia son inevitables, que pocas veces miramos atrás para comprender lo que sucede, que necesitamos pensar cuidadosamente acerca de cómo se generan las guerras y cómo podemos preservar la paz cuando sobreviene otra crisis. La guerra no es un accidente: es un resultado. Y nunca se mira lo suficiente atrás para indagar las causas de lo que no tendría por qué haber pasado. Leer la evocación de los días de vacaciones previos al atentado de Sarajevo que hace Zweig demuestra hasta qué punto las guerras siempre toman por sorpresa a la gente. Leer su relato de la eclosión del nazismo prueba además cómo la incredulidad y la conmoción de lo que ocurrió en Europa en 1914, los más de nueve millones de soldados que murieron en los cuatro años siguientes, la devastación de todo un continente (simbolizada en el saqueo de Lovaina, la catedral de Reims o el corazón de Treviso), todo ese horror, puede olvidarse apenas una década más tarde cuando del centro de la humillación emerge un salvador con sus ideas fuertes."
The Monuments Men
La segunda guerra mundial no sólo se cobró vidas humanas: el patrimonio artístico europeo fue también víctima de la barbarie nazi, que ejerció de forma sistemática el pillaje y el saqueo de obras de arte de todo tipo, incluidos cuadros de Miguel Ángel, Leonardo da Vinci, Van Dyck y Vermeer, robados para Hitler y otros dirigentes del nacionalsocialismo. En total, más de cinco millones de objetos fueron confiscados y trasladados a los territorios del Tercer Reich durante los primeros años de la guerra. Para evitar la desaparición y el deterioro de ese enorme legado cultural, cuando la guerra encaraba su fase decisiva los aliados crearon la sección de Monumentos, Bellas Artes y Archivos, en la que hasta 1951 trabajaron algo más de trescientas personas de trece países distintos. En su mayoría no eran militares, sino directores de museos, conservadores, historiadores y profesores de arte que utilizaron sus conocimientos para recuperar, catalogar y devolver a su legítimo lugar cuadros, esculturas y retablos, y para proteger abadías, iglesias y otros edificios históricos de los estragos de la guerra. Los miembros de la sección de Monumentos, conocidos como Monuments Men, encararon en aquellos años cruciales una carrera contrarreloj para salvar tesoros culturales de la destrucción, ejerciendo a menudo una labor detectivesca a través de documentos recuperados en catedrales bombardeadas y museos, y gracias a pistas conseguidas con la ayuda de la población local. Se convirtieron de este modo en héroes improbables sumergidos en el epicentro de la peor guerra del siglo XX, que arriesgaron sus vidas y en algunas ocasiones la perdieron, y que, como tantos otros que vivieron aquella época, personificaron el coraje que permitió que la mejor humanidad derrotara a la peor.
Los Colores de la Guerra
Figueras, 1939. Los cuadros del Museo del Prado están a punto de desaparecer en los bombardeos de la guerra civil. El gobierno republicano, agonizante y sin recursos, tiene que adoptar una decisión dramática: elegir entre la evacuación de las obras de arte y la protección de las vidas.
Las tres bodas de Manolita
En un Madrid devastado, recién salido de la guerra civil, sobrevivir es un duro oficio cotidiano. Especialmente para Manolita, una joven de dieciocho años que, con su padre y su madrastra encarcelados, y su hermano Antonio escondido en un tablao flamenco, tiene que hacerse cargo de su hermana Isabel y de otros tres más pequeños. A Antonio se le ocurrirá una manera desesperada de prolongar la resistencia en los años más terribles de la represión: utilizar unas multicopistas que nadie sabe poner en marcha para la propaganda clandestina. Y querrá que sea su hermana Manolita, la señorita Conmigo No Contéis, quien visite a un preso que puede darles la clave de su funcionamiento. Manolita no sabe que ese muchacho tímido y sin aparente atractivo va a ser en realidad un hombre determinante en su vida, y querrá visitarlo de nuevo, después de varios periplos, en el destacamento penitenciario de El Valle de los Caídos. Pero antes tiene que saber quién es el delator que merodea por el barrio. La tres bodas de Manolita es una emotiva historia coral sobre los años de pobreza y desolación en la inmediata posguerra, y un tapiz inolvidable de vidas y destinos, de personajes reales e imaginados. Una novela memorable sobre la red de solidaridad que tejen muchas personas, desde los artistas de un tablao flamenco hasta las mujeres que hacen cola en la cárcel para visitar a los presos, o los antiguos amigos de colegio de su hermano, para proteger a una joven con coraje.
El lector de Julio Verne
Nino, hijo de guardia civil, tiene nueve años, vive en la casa cuartel de un pueblo de la Sierra Sur de Jaén, y nunca podrá olvidar el verano de 1947. Pepe el Portugués, el forastero misterioso, fascinante, que acaba de instalarse en un molino apartado, se convierte en su amigo y su modelo, el hombre en el que le gustaría convertirse alguna vez. Mientras pasan juntos las tardes a la orilla del río, Nino se jurará a sí mismo que nunca será guardia civil como su padre, y comenzará a recibir clases de mecanografía en el cortijo de las Rubias, donde una familia de mujeres solas, viudas y huérfanas, resiste en la frontera entre el monte y el llano. Mientras descubre un mundo nuevo gracias a las novelas de aventuras que le convertirán en otra persona, Nino comprende una verdad que nadie había querido contarle. En la Sierra Sur se está librando una guerra, pero los enemigos de su padre no son los suyos. Tras ese verano, empezará a mirar con otros ojos a los guerrilleros liderados por Cencerro, y a entender por qué su padre quiere que aprenda mecanografía.
Enterrar a los muertos
José Robles fue amigo de John Dos Passos y traductor de Manhattan Trasfer. Republicano ferviente, fue asesinado en 1937. Empeñado en averiguar la verdad y en medio de una conspiración de silencio que le enemistará con escritores como Ernest Hemingway, Dos Passos chocó contra una tupida conspiración de mentiras que acabaría determinando su evolución ideológica.
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